El Sabbath de anoche en MiBar fue mucho más allá del género que une o distingue a Sporae Autem Yuggoth e Innana. Ambos nombres apuntan a la búsqueda del conocimiento prohibido, y terminan procreando -a sus maneras respectivas- el horror cósmico que dicho conocimiento preserva hasta que alguien se atreva a mirar directamente a los ojos de los dioses peligrosos. El mito de Cthulu, el universo lovecraftiano, la exploración de territorios inhóspitos y tenebrosos, todo lo que detona en ambas bandas nacionales una creatividad proyectada en el directo y capturada en sus respectivos catálogos en estudio.
Y tal como suele ocurrir en la música al moverse en un mismo hábitat, no se puede entender el amor por lo oculto y lo peligroso sin las formas. Puede que el recorrido de Innana sea más longevo y pedregoso en su misión de búsqueda de nuevos -y viejos- mundos. Pero al igual que los más nóveles Sporae Autem Yuggoth, la devoción por la vieja escuela del metal extremo se expone de manera genuina. Tanto el death metal primigenio como el doom más crudo y espeso, responden al impulso por contar una historia, describir un paisaje o expresar una emoción desde la penumbra de nuestra condición humana. Lo que no se mide con la etiqueta a la segura, sino con una producción discográfica y la forma en que se expande el distintivo en vivo.
El puntapié inicial corre por INANNA, una agrupación que se permite viajar hacia lugares ignotos y, a la vez, preservar su integridad en favor del death metal que los vio nacer. De ahí la sintaxis que conforma su repertorio en base a sus años formatos, los días de Converging Ages (2008), un larga duración inicial que obtuvo una recepción sorprendente en el undeground chileno y hoy, en una reedición con nueva mezcla y masterización, surge como una bestia en todas sus proporciones. “Doom of Mankind” y “The Lighthouse” relucen en vivo con autoridad ganada a pulso. Con Max Neira al frente en voz y bajo, las guitarras del histórico Diego Ilabaca y el más bisoño Cristóbal González convergen en una tormenta de ruido y alteración que apela al uso quirúrgico de sonidos limpios y el protagonismo intercalado entre ambas guitarras. Todo lo que en el estudio es convicción y experimento en favor de una narrativa propia, en vivo amplifica su contundencia con la maestría suficiente para que Max Neira, además de su habitual despliegue vocal, ejecute su tarea en el devaneo de texturas mediante un bajo omnipresente.
Entre medio del repaso al material temprano, “Redeeming Chaos” reclama un lugar en el set como embajadora del tremendo Transfigured In A Thousand Delusions (2012). Un pasaje de ferocidad hasta el sudor, donde la batería de Carlos Fuentes demuestra su valía y manejo de recursos en un conjunto que va a lo que mejor sabe hacer. Su hermandad en el set con “Embracing the Fleshless Ecstasy”, del seminal “Converging Ages”, justifica la conexión en una selección de piezas que entregan mucho más al espectáculo. Qué notable lo del binomio Ilabaca-González, lo que son capaces al transformar la dualidad guitarrera en una muestra de categoría y destreza que le da a Inanna una seña identitaria que trasciende cualquier etiqueta.

Cuando nos referimos Inanna como una banda de death metal a la antigua desde la tripa, es porque sus músicos lo proclaman con hechos. Primero rescatando de la bodega de archivos “Unveiled Existence”, del demo Ascende from the Underworld (2005), un patrón de aquel death metal inclinado hacia el rock progresivo y la psicodelia, pero siempre firme en sus raíces ligadas a la muerte como principio de todo. Recordemos las incontables veces en que Inanna, pese a los caminos impensados que ha tomado durante su recorrido por lo ignoto, se ha aferrado al death metal sin vueltas ni dobles intenciones. Es más, se dan el lujo de zanjar el eterno debate: ¿Chuck Schuldiner o Rick Rozz? Y cortan el nudo gordiano con una versión magistral de “Corpse Grinder”, original del demo Reign of Terror (1984) y cuya versión definitiva la encontramos en el fundamental From Beyond (1991) de Massacre. Pura consecuencia.
Abrochando una hora exacta de metal cinemático, el temple heroico de “Gilgamesh” y la catarsis final de “Everlasting Suffering” culminan el viaje hacia los inicios de un nombre tan prodigioso como para entendidos en la materia. Es lo que le da a Inanna una razón de ser para quienes conocemos la verdadera raíz del metal: un lugar bien abajo, donde el éxtasis descarnado se revitaliza hasta volverse una erupción de sufrimiento eterno.











Con el flamante …However It Still Moves (2023) bajo el brazo, y un estilo que marca la diferencia por su fuerte carga atmosférica, SPORAE AUTEM YUGGOTH da rienda suelta a un espectáculo atronador. No es un cliché ni una exageración, sino que basta con el arranque de “Apparition of Internal Odes” para constatar las virtudes de un sexteto que apela al contraste constante entre melodía y densidad, siempre en favor de su propia matriz de oscuridad y barbarie. Todos músicos de alta competencia que unen sus facultades para develarnos su irrefrenable estructura proteica. Siguiendo el orden del LP, “The Pendulum of Necropath” nos muestra a Patricio Araya presidiendo el ritual obligatorio para abrir el vórtice hacia el otro plano, con biblia satánica en mano mientras su voz podrida sirve de canal para invocar a los dioses del caos.
La guitarra de José Gallardo, secundado en vivo por Camilo Fabres, es el centro gravitacional de Sporae. Y es cosa de tasar la precisión con que los sonidos suaves se distribuyen en medio del espesor de guitarras y bajos que conforman una muralla sónica de penumbra y soledad. Por ende, “Collosus Larvae” y “Desintegration”, tal como en sus versiones en estudio, se levantan espeluznantes, y en el directo te retumban su alud de terror y angustia hasta perturbar las barreras de la cordura. Es lo que genera en vivo una banda que depura su estilo-base con nutridos brochazos de tragedia.
No tenemos ninguna duda que en una presentación rica en puntos destacados, “Disguise the Odius Spirits” cala perfectamente en lo que busca expresar Sporae Autem Yuggoth. El bajo de Alexis Gutiérrez, tal como en el estudio, proyecta su propia “voz”, aprovechando el espacio de introspección previo al oleaje de distorsión que las guitarras de Gallardo y Morales liberan con el peso de una cascada. Al mismo tiempo, la solidez de Diego Guzmán en batería y la propagación fantasmal de los teclados a cargo de Johanna Sánchez, ambos completan un cuadro que dispone su convicción hacia un público totalmente entregado al trance sónico que Sporae esparce hasta el último rincón.














En el último tramo, y presentando un corte inédito sin titular, Sporae Autem Yuggoth no solamente completa el repaso por su ciclo actual, sino que rememora el pasado reciente al dar el tiro de gracia con “Cathedral Of The Abuser”. Una pieza memorable en todo aspecto, extraída del EP debut The Plague Of The Aeons (2020), suficiente para clausurar una jornada de metal, locura y derrumbe.
Al menos por un par de horas, y ad-portas de una nueva noche de brujas, las odas internas al sufrimiento eterno se dejaron escuchar en todas sus formas.































